La red de autopistas-bicis a la capital
La ciudad ha puesto en marcha una campaña para concienciar a los ciclistas que entren para que utilicen los bastidores de aparcamiento colocados al efecto. Para ello han inaugurado en los párkings de 5 estaciones de metro el servicio de un “mayordomo de bicicletas”, un equipo de señores que retiran las bicicletas cuando están estacionadas en lugares inapropiados o prohibidos.
Cuando un danés sale a las cinco de trabajar, llega a la farola donde ha atado su máquina por la mañana y no la encuentra, lo que divisa en su lugar es un mensaje que le indica que está en la barra de aparcamiento. Cuando llega allí, en vez de una multa se encuentra que “el mayordomo de bicicletas” le ha engrasado la cadena y le ha inflado las ruedas a su punto óptimo. Algunos mayordomos hasta pasan el algodón a las unidades muy sucias, como su colega del anuncio, en un súmmum del servicio público nórdico nunca visto.
Además de la puesta a punto de las bicis, la campaña fundamentalmente lo que trata de evitar son las situaciones potencialmente peligrosas que pueden ocurrir cuando las bicicletas bloquean las salidas de emergencia, las bocas de incendios o los marcadores que ayudan a los ciegos y deficientes visuales a encontrar su camino en las calles.
Todo se basa en una curiosa ley danesa, que impide mover una bicicleta de su sitio sin previo aviso. Para hacer la experiencia menos ofensiva legalmente al ciudadano, la ciudad las mueve, pero a cambio las deja niqueladas después de moverlas. También deja una nota amistosa para recordar a la gente que deben usar los bastidores para aparcar en el futuro.
Este enfoque es, por supuesto, mucho mejor que las campañas de multa acusadora y grúa ejecutora, pero uno no puede por más que pensar que algo falla si lo vemos con nuestros incrédulos ojos mediterráneos: ¿La ciudad realmente no debería diseñar el servicio de inflado-engrase-algodón alrededor de los que realmente ponen sus bicicletas en el sitio correcto, en lugar de centrarse en los que no lo hacen?
Pues sí; aunque muchas veces los métodos no tradicionales de concienciación son los que mejor resultan cuando se trata con sociedades ligeramente más civilizadas.

Lo pone en Visit Copenhague, que hasta lo publicita como un atractivo turístico.